Decaemos en un blanco sin fin.
Sin principio tampoco.
Donde solo reconocemos nuestras caras
Y nuestros cuerpos nos aguardan del otro lado,
Del lado donde no hay fin,
Porque del lado donde no hay principio nuestros latidos nos marcan el tiempo.
Pero nosotros caemos de tres en tres,
Mirando la desprolijidad de nuestro vuelo.
Sintiendo que el principio y el fin se alejan para aparecer
Y finalmente lograr unirnos,
Encadenarnos para nunca mas soltarnos.
O hasta que un color liberador nos llame con su humo circular.
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